domingo, 6 de enero de 2013

OPINION El día del Poder Judicial


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Cada siete de enero se celebra con un Acto Solemne, el día de la justicia, el día del Poder Judicial, pero pocas veces nos detenemos a analizar qué debemos entender por justicia. O, lo que es lo mismo, si real y efectivamente existe justicia entre nosotros. 

Esta reflexión puede conducirnos a establecer que es largo el camino hacia la instauración de la justicia en la República Dominicana, pues hasta ahora el sistema de justicia, no es más que un entramado mediante el cual gente con poder se sale con la suya y gente sin poder queda ansiosa de que se le haga justicia.
El ahora Magistrado Mariano Germán hará la reflexión sobre la Administración de Justicia en 2012, que es el primer año de su ejercicio al frente de la misma, dirá al país qué ha hecho y, probablemente, qué pretende hacer en 2013, pero lo que diga no irá al fondo de la idea de justicia pues la vida cotidiana en Dominicana, es cada vez más absolvente, más práctica y no hay tiempo para disquisiciones sobre filosofía de la justicia. Es como cuando un ser humano pierde el sueño, está acostado pero no duerme. Mientras tanto, la sed de justicia crece en el pueblo, lo cual es indicativo de que la justicia reside en el pueblo de manera exclusiva.
 Razón tiene Aristóteles cuando en su Ética, citando a Bias, afirma que la justicia “es un bien para los demás y no para sí, porque se ejerce respecto de los demás, y no hace más que lo es útil a los demás, que son los magistrados o el pueblo entero.” El pensador de la antigüedad, como si tuviese una lupa que le permite ver hacia el futuro, agrega que “El poder es la prueba del hombre.” Esto es permite saber si el hombre es hombre o es una bestia. Pues siendo la justicia la ciencia de lo justo y de lo injusto ambas posibilidades caben dentro de ella, por tanto, la justicia es un asunto humano, demasiado humano, pues nos distingue de las bestias o  nos mantiene dentro del reino animal. Esto es, el peor de los hombres es el que por su perversidad se daña a la vez a sí mismo y a sus semejantes. A la vez que el hombre más perfecto no es el que emplea su virtud en sí mismo, es el que la emplea para otro, este es el verdadero magistrado.
Encontrar hombres de esa catadura moral entre nosotros es harto difícil en razón de que sobre la idea de justicia, de ética, de moral, de lo justo y de lo injusto, priman otros valores llamados intereses que son los que determinan la acción de los administradores de justicia. No hemos sido capaces como sociedad, de sustraer la justicia del quehacer político, de la lucha de clases y sus intereses mezquinos y bastardos. Un amigo  interpreta la idea de justicia como el camino más largo hacia la humanidad. Creo que uno de los mayores inconvenientes es el que plantea Aristóteles cuando afirma que “el poder es la prueba del hombre”, puesto que los magistrados al fallar, piensan primero que nada, en si con su decisión se harán daño a sí mismos, es decir, si se exponen, como en efecto se exponen, a perder el puesto o el favor de quien los designó en el cargo. Ahí radica el primer problema de la justicia. No es el arte de dar a cada quien lo suyo como afirmó Ulpiano sino el arte de no entrar en conflicto, de ser discreto, anodino, o mucho mejor, si se es como Hamlet, un loco que razona conforme a lo que es más conveniente para mantenerse vivo y ocupar, en su momento, el trono.
El Segundo problema, es nuestro historicismo, es decir nuestra falsa creencia de que avanzamos dialécticamente hacia lo mejor, olvidando que como bien demostró Rousseau, nos deshumanizamos más con cada nuevo “progreso”, por eso a Voltaire no le quedó más remedio que afirmar, luego de leer al ginebrino, que le entraban ganas de andar en cuatro patas. Una mirada a la justicia dominicana no puede producir una sensación diferente. La jurisdicción inmobiliaria, luego de un torrente de dólares, es peor que antes; la reforma procesal penal es el hazme reír de todos y todas y el reino de la delincuencia. No por el código sino por sus operadores. Se ha escogido a la peor de las maderas humanas con tal de que obedezcan no a la moral, no a la ética, sino al superior inmediato. Como ese superior inmediato piensa y actúa para sí mismo, la justicia queda para otra oportunidad. En el ámbito del derecho civil, la situación no es diferente, existe tráfico de influencia, pereza, adocenamiento, acomodamiento y un temor a perder el puesto nunca antes observado. Lo único que el puesto se pierde ahora por hacer, no por no hacer nada, ni por dar. Por eso los expedientes duermen allí el sueño de los inocentes.
La Jurisdicción Administrativa ahora no sabe si es tal, no sabe si debe hacer o dejar de hacer. Es la cosa más parecida al lindo. Pues cada vez que pretenden hacer viene la presión de arriba y cuando dejan de hacer viene la presión de los usuarios de ese servicio. Mientras tanto, nada ocurre ahí. En materia laboral, existe licencia para matar. No existe equilibrio sino favoritismo. Es lo más parecido al derecho de género, el macho y el empresario son culpables antes del juicio. Este si que es un sistema inquisitorio a la vista de todos y de todas. Y pensar que en la jurisdicción administrativa está la clave para avanzar hacia un estadio superior y moderno de justicia pues por ahí anda el derecho social a montón desde derecho de consumo hasta ambiental, constitucional, prestador de servicios sociales, etc. El problema está pues en los bueyes, no saben que “la justicia constituye un bien extraño, un bien para los demás y no para sí, porque se ejerce respecto a los demás y no hace más que lo que es útil a los demás.”
Obviamente, el Tercer problema, es el que plantea Robert Green, el arte de mentir, pues mientras todo ello ocurre los operadores deben emplear al máximo su cinismo. Esta gente son los mejores actores de teatro del mundo, pues todo está destrozado mientras ellos insisten en que todo está en orden.

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