Antes, las bibliotecas eran locales llenos de libros, mientras más viejos y señoriales, mejor. Era la época de las “verdades” casi inmutables en las ciencias y de las lecturas obligadas de los grandes autores en la literatura. Hoy, todo eso ha cambiado. La regla en las ciencias es la mutación constante, y nuevos nombres sustituyen a los llamados “clásicos” en la preferencia del público lector que, por desgracia, se hace cada día más pequeño.
El cambio mayor, sin embargo, se ha operado en los instrumentos para acceder al conocimiento. Las enciclopedias no son tan útiles como antes, a menos que sean digitales y en constante elaboración. Ya pocos estudiantes acuden al libro para buscar información, sino a Google, que se ha convertido en la fuente donde abrevan todos.
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