Doña Provi, como cariñosamente la llamaban, llegó a Estados Unidos en 1948 cuando tenía 19 años, con la misma ilusión de tantos dominicanos que han hecho la travesía tras el sueño americano.
Oriunda de San Pedro de Macorís, su primer trabajo fue en la casa del embajador dominicano en EEUU, Francisco Thomén, donde cuidaba a la suegra del diplomático, y luego comenzó a trabajar para Kennedy y su esposa Jacqueline en 1957, cuando el joven John Fitzgerald era senador de Massachusetts, cargo que logró en el año 1952.
Doña Providencia, quien trabajó para la familia Kennedy en la Casa Blanca desde 1961 a 1963, se encargaba de cada detalle del vestuario de la primera dama estadounidense e incluso llegó a sugerirle muchas veces al propio presidente cuál corbata usar. “A veces le seleccionaba tres corbatas para ver cuál iba a elegir, y por coincidencia teníamos casi el mismo gusto”, añadió en una entrevista en mayo del 2013.
Sin embargo, la dama, que viajó con los Kennedy hasta en el avión presidencial Air Force One y les acompañó en sus vacaciones de Navidad privadas en el estado de Florida, se perdió aquel viaje fatal a Dallas, Texas, donde el 22 de noviembre de 1963 fue asesinado de dos disparos el segundo presidente más joven que ha tenido Estados Unidos, cuando participara en una actividad política en ese Estado.
La dama fue testigo de esa agitada vida política y social de la pareja presidencial, con excepción de ese último episodio en la vida de Kennedy, pues recordó que no hizo el viaje a Dallas, Texas, porque pidió permiso ese día para quedarse con su hijo Gustavo en Washington.
“Yo viajaba con ellos porque era la asistente de la señora. Todo lo que ella necesitaba yo se lo compraba, y viajaba con ella dondequiera”, expresó doña Provi.
Aunque doña Providencia no viajó a Dallas con la familia el día que mataron a Kennedy, si ayudó a Jacqueline a escoger el vestido color rosa que ese día terminó manchado con la sangre de su esposo.
A Providencia le sobreviven sus hijos Gustavo y Héctor, a quienes una persona asignada a la Casa Blanca cuidaba cuando ella tenía que viajar con los Kennedy. Doña Providencia asegura que también trabajó para Ted Kennedy y Robert Kennedy, ambos hermanos del presidente Kennedy, el primero senador por Massachusetts y el segundo uno de sus principales asesores.
Después del asesinato de su esposo, Jacqueline Kennedy se llevó a Providencia con ella a Nueva York, donde estuvo un año al servicio de la primera dama norteamericana.
Doña Providencia asegura que también trabajó para Ted Kennedy y Robert Kennedy, ambos hermanos del presidente Kennedy, el primero senador por Massachusetts y el segundo uno de sus principales asesores. Después del asesinato de su esposo, Jacqueline Kennedy se llevó a Providencia con ella a Nueva York, donde estuvo un año al servicio de la primera dama norteamericana.
Para ver a sus hijos que estudiaban en Washington, tenía que desplazarse una vez al mes a la capital estadounidense. Jacqueline le ayudó a buscar una escuela en la llamada “Gran Manzana” para sus vástagos. Pero como según explicó doña Provi en esa entrevista “la sangre pesa más que el agua”, visualizó un mejor futuro para sus hijos en Washington y en ese momento terminó su relación de trabajo con los Kennedy.
Ella, empero, nunca perdió el contacto con Jacqueline, a quien siguió visitando con frecuencia, incluso dos semanas antes de su deceso el 19 de mayo de 1994, a causa de un linfoma, en su apartamento de la Quinta Avenida, en Nueva York.
En gratitud por sus servicios y amistad, Jackie, como también llamaban a la primera dama estadounidense, dejó a Providencia US$50,000 en su testamento.
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