POR: Fabio Herrera Miniño Hoy es un día muy significativo para lo que seríamos los dominicanos después de la ocurrencia de una acción patriótica, que aparentemente culminó en un rotundo fracaso con la muerte de 190 expedicionarios. Fue un día como hoy, hace 55 años, cuando llegaron los expedicionarios para conmocionar las conciencias dormidas de la población y sembrar la simiente de todos los acontecimientos sociales ocurridos desde esa fecha.
La siembra de esa simiente de la libertad fue abonada con mucha sangre. Aquella década de 1960 adquirió las dimensiones de un crisol de la libertad, que nos permitió, a todos los dominicanos, vernos liberados de la larga tiranía, sacar de adentro las virtudes y defectos, siendo estos últimos los que han predominado en los pasados 53 años.
El período ha sido abundante en su caudal de los personajes que han pululado en el acontecer nacional, vendiéndose como los apóstoles de la democracia y de la honradez, en contraposición a lo que ya se había vivido con la dictadura de Trujillo, que bien supo manipular y aplastar las conciencias de los dominicanos, los cuales, con miedo e irresponsabilidad, le dejaron hacer hasta convertirlo en el monstruo que nos aplastó por 31 años.
En el país han surgido muchos personajes que se han granjeado el apoyo popular, y se les ha seguido creyendo como poseedores de las herramientas para preservar la nacionalidad y engrandecer la Patria, pero finalmente todos terminan en grandes fiascos, por la ciudadanía descubrir el motivo de sus acciones, buscando gravitar permanentemente sobre los demás compatriotas en base al engaño y atrayéndonos con falsas ilusiones de bienestar, como son los casos, en su debido contexto de historia y época, de Trujillo y Leonel.
Aparentemente son dos caracteres muy distintos, para ser considerados alineados en una misma línea de acción y de estrategia política. Uno, ya ultimado hace 53 años, nos dejó un país sumiso y temeroso, que con tantos años transcurridos, lo único real fue impulsar a sus herederos políticos al asalto de los bienes públicos.
El otro, Leonel, con vigencia actual y gravitación sólida en la vida y política dominicana, ha utilizado los recursos del poder, mediante la concesión de prebendas en perjuicio del Estado, creando una corporación política de reconocidos políticos peledeístas y allegados, que se han convertido en una fuerza poderosa de la economía y trastornadores del desarrollo cívico del país.
Mientras Trujillo se definió como un señor de horca y cuchillo, y sus acciones materiales era aplastar o eliminar al adversario, Leonel, con la palabra, ha sido más eficaz y ha maniobrado para configurar una poderosa maquinaria política y económica de adhesiones muy peculiares, en que la capacidad de generar riquezas ha estado apoyada durante sus gobiernos en un elevado endeudamiento externo de préstamos de supuestas blandas condiciones crediticias y muy saludables a la hora de repartir comisiones; con esto se han generado riquezas que le permite tener una asociación de políticos empresarios de exitosa carrera en la pasada década; esa agrupación es incondicional y adicta a su persona, que le asegura el éxito en cualquier campaña que se proponga realizar en un futuro cercano, contando con la atracción envolvente de su verbo.
Trujillo magnetizaba con su presencia y su proverbial generosidad para repartir favores a sus favoritos de todos los pueblos, cada quien esperaba en sus casas el cargo con que soñaban y muchas veces salían agraciados para ser tomados en cuenta por esa generosidad del dictador.
El caso de Leonel, apoyado en su inteligencia y habilidad innata, “arranca” de la base en la cual él considera a los dominicanos que no sabemos conceptualizar. Se concluye, entonces, que a todos se nos puede meter en un puño con el uso de un razonamiento simplista, bien llevado y atrayente. Se nos confunde a la hora de no poder sacudirnos de un derrotero adocenado, trazado y marcado por él en base a una sumisión de recompensa económica por su visión tan peculiar de su democracia, pero muy particular y estructurada para darle beneficios solo a los leales seguidores. Estos asumen el ejercicio de todas las tareas útiles en la política, desde las que se pueden ver y aquellas que solo se conciertan en secretas alcobas y lejos del ruido público.
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