POR: JUAN TH. En nuestro país existen dos Estado de Derecho: Uno santiguado y bendecido por las iglesias, que garantiza la vida y los bienes de los de arriba, incluyendo políticos corruptos y asesinos; y el de los de abajo; el de “los nadies” de Eduardo Galeano, aquellos que “no son, aunque sean”, que “no hacen arte, sino artesanía”, que “no hacen cultura, sino folclor”; que “no hablan idioma, sino dialecto”; que “no son seres humanos, sino recursos humanos” (desechables), que “valen menos que la bala que los mata” en absurdos intercambios de disparos con la Policía.
Ese Primer Estado de Derecho está sustentado por la Policía, Fuerzas Armadas y el sistema Judicial, (fiscales, jueces y, cárceles) para proteger los intereses de los generadores de pobreza. (Mientras exista el Estado no habrá libertad, sentenció Federico Engels hace muchos años)
No es casual que las cárceles estén llenas de pobres. (Los ricos rara vez van a la cárcel. Y si lo hacen, es por poco tiempo y en condiciones “humanas”) Los políticos corruptos, legitimados en elecciones fraudulentas, tampoco terminan en las cárceles, ni en los cementerios, como los pobres, porque tienen licencia para robar y matar de hambre a los enajenados de la fortuna.
Los de arriba quieren evitar la delincuencia de los pobres que ellos producen, aumentando las penas y ordenando muertes extrajudiciales, para evitar largos procesos judiciales que terminan en condenas “ejemplarizadoras”.
El Primer Estado de Derecho quiere evitar que el 34 % de los jóvenes, que no estudian ni trabajan, (el porcentaje más alto de toda américa latina) se mueran de hambre espiritual y material sin hacer nada.
Quiere que más del 50 % de la población, que es pobre o muy pobre (menos de un dólar al día de ingreso) no proteste ni delinca, pues de lo contrario la Policía, integrada mayoritariamente por pobres, los matará en “intercambio de disparos”, o los apresará en redadas masivas en sectores donde no hay escuelas, energía eléctrica, viviendas dignas, ni agua potable. (La inversión en Salud Pública no llega al dos por ciento del Producto Interno Bruto, uno de los más bajos del mundo, y la inversión en educación también es baja comparada con la de otros países del área)
Dos Estado de Derecho: El de los de arriba, de bienestar, placer, riqueza y seguridad. El de los pobres, de dolor y muerte; los “nadies”, a los que hay “que darle para abajo” (en ataúdes de pino con carcoma); los nadies, sin educación ni salud, condenados por la providencia desde que nacen a la muerte temprana porque “así lo quiso Dios”, según curas y pastores, “macarras de la moral”, como dice Joan Manuel Serrat)
Para los de arriba todo funciona perfectamente, incluso en las funerarias de lujo y en los cementerios exclusivos, con seguridad monitoreada por cámaras y agentes privados. Para los de abajo nada funcione, ni siquiera los cementerios donde hay que destruir los ataúdes a martillazos para que no se los roben con la complicidad de las autoridades del “campo santo”.
Quiere decir que hasta en la muerte existen dos Estado de Derecho: Uno para los ricos, y otro para los pobres.
Dos Estado de Derecho: ¡El de Félix Bautista y el mío!
No hay comentarios:
Publicar un comentario